No sé de qué me habla, nunca he estado en una Tea Party, nadie que represente al Tea Party se me ha acercado nunca. Eso declaró David Koch a la New York Magazine antes del verano. Pero, ay, las cámaras y You Tube. Este hombre, cuya riqueza neta está valorada en 17.500 millones de dólares, que es el segundo hombre más rico de Nueva York tras Michael Bloomberg, y que emplea una parte sustancial de este dinero en comprar voluntades, agencias de PR y titulares negacionistas climáticos a través de toda suerte de organismos pantalla, también es el principal financiador del Tea Party. Unos, como Vargas Llosa, dirán que es por la causa de la libertad del individuo. Otros, aunque admiradores de la vertiente literaria del reciente premio Nobel, creemos que es por la de las cadenas.
No sé si el bueno de Mario mira el Canal Historia. Yo lo suelo tener de fondo cuando no pongo música. Hágalo usted, por favor. Cuando vea un documental sobre las modernas armas de guerra, que repiten de vez en cuando, dése cuenta de que siempre se refieren a increibles ingenios de tipo barrera para el control de grandes masas de gente, dicen que para impedir migraciones masivas. Las sofisticadas máquinas, claro está, son controladas a distancia. Ondas de choque, llamas invisibles, láseres regulables, cosas así. Los nuevos productos químicos para pavimentos inevitablemente resbaladizos sonaban casi a broma al lado de esas máquinas regulables de herir y matar a gente inocente y desesperada.
Me pregunté cómo podían emitir un reportaje tan detallado, que ofrecía tanta información militar al enemigo. Al final del interesante documental encontré la respuesta. Me había equivocado de enemigo. El productor es Koch Entertainment. De modo que los enemigos somos usted y yo.
Sabemos también, a través de Julian Assange, el alma de Wikileaks, que en Estados Unidos se están creando auténticos ejércitos privados. Debe ser la libertad irrenunciable de cada individuo a organizarse como le venga en gana, tan cara al autor de La Fiesta del Chivo.
No podremos decir que no estábamos avisados. Hoy, el fascismo opera de formas mucho más sutiles que las botas de cuero o las esvásticas, aunque el ‘muerte a la inteligencia, viva la muerte’ de Millán Astray en 1936 sigue vivo.
Vea el video donde David se retrata:
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